PANTALLAZOS (CRÍTICAS DE BRAGATO Y PIERRE)

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jueves, 23 de agosto de 2012

EL LEGADO DE BOURNE Y LA DESPEDIDA, ENTRE LOS ESTRENOS DEL JUEVES 23 DE AGOSTO


 
JUEVES 23 DE AGOSTO DEL 2012.-

Hay cinco estrenos. No comentamos “Tinkerbell y el secreto de las hadas” ni “Historias que solo existen para ser recordadas” (Argentina, Brasil y Francia).

CUANDO LOS CHANCHOS VUELEN

De Sylvain Estibal. Con Sasson Gabay, Baya Belal, Myriam Tekafa, entre otros, Música del grupo argentino Aqualatica. Duración: 98 minutos.

REGULAR. UN CHANCHO COMO EMBLEMA DE LA PAZ EN UN RELATO A MITAD DEL ABSURDO Y LA RESOLUCIÓN TRAGICÓMICA

Pudo ser un film diferente de no apelar a la insólita aparición y desaparición de un chancho que bien podría cambiar el título por el de “Los chanchos vuelan”. Pudo ser un film político dado que se da en la franca de Gaza entre israelíes y palestinos. Pudo ser. Lo que tenemos es una historia novedosa con muchos cabos sin atar que son los que nos llevan a ponerle esta calificación, regular.

Un pescador palestino de Gaza, Jafaar, encuentra en sus redes de pescador un chancho de cuero negro y se ve en figurillas para ocultarlo, luego alimentarlo y hasta travestirlo como oveja para pasear con él. La comedia tragicómica estaba planteada. Pueblos que no comen la carne de cerdo pueden ser misericordiosos ante este regalo del cielo, o del mar en este caso, y tener un chancho como mascota. La resolución del planteo inicial no es creíble y las vicisitudes del personaje principal, a cargo del actor Sasson Gabay, conocido “La visita de la banda”, no tienen resolución verosímil. De esta manera se enfrenta a grupos del ejército israelí, a terroristas palestinos, y a vecinos que le dan distintas soluciones (absurdas), desde fusilar al chancho hasta travestirlo.

El film nos muestra la vida de pueblos sufridos y en esto hay que rescatar la fotografía y el planteo social: pescadores de vidas paupérrimas, miserables casas, pobreza alarmante. El problema está en el guión que busca tantas opciones para darle una salida al pescador y su chancho que no encuentra un final creíble.

Pocas veces llega tanto al público como al cronista la problemática de filmar con animales y lo que éstos sufren. Pudo o no ser el caso del chancho del film, pero no nos gustó la manipulación que, en principio, no pareció lastimar al animal. De una comedia tragicómica pasamos al absurdo total (“Jafaar” en manos de terroristas, cargado de explosivos a punta de fusiles, y las insólitas propuestas de una vecina) y nos quedamos, al final, con las manos vacías aunque se intente buscarle un sentido: el de la paz entre pueblos sometidos a luchas inadmisibles. El chancho era una bandera de paz, salvo que los pueblos en pugna tienen en común no comer cerdo. Pudo ser, pero no fue nada.

Elsa Bragato

EL LEGADO DE BOURNE

De Tony Gilroy. Con Jeremy Renner, Rachel Weisz, Edward Norton, Joan Allen, entre otros. Música de James Newton Howard. Duración: 135 minutos. Basado en la novela de Eric Van Lustbader, tomando los personajes de Robert Ludlum.

BUENA. A LA SOMBRA DE BOURNE, BUSCANDO CAMINO PROPIO. CONFUSA Y ELECTRIZANTE

Tony Gilroy fue el guionista de la saga de Bourne, que dirigió Paul Greengrass y protagonizó Matt Damon, una historia de espías preparados para asesinar de las mejores que tengamos memoria. Pero los libros originales de Robert Ludlum se terminaron. El famoso novelista norteamericano falleció en el 2001 y, entre sus 23 novelas negras, estaban El caso Bourne, de 1980; El mito de Bourne, de 1986, y El ultimátum de Bourne, de 1990. Sobre estos originales trabajó Gilroy para los films con Matt Damon. En esta oportunidad, como el director y el protagonista se negaron a continuar la saga, se lo nombró director y al mismo tiempo, junto con su hermano, guionista. Investigó en diferentes archivos todas las situaciones posibles sobre los agentes espías, los “preparados” para matar y los laboratorios afectados a la CIA, supuestamente, con sus diferentes oficinas en New York, la central de Virginia, Londres, entre otros países. En estos laboratorios, especie de “panic room” con cerrojos inviolables, se trabaja para mantener a estos soldados especiales bajo condiciones de vida fuera de lo común pero saludables. Medicación de diferente índole les deben ser suministradas a fin de no caer en convulsiones y morir. Y se plantea “el caso Bourne”: no se comprende cómo en tres años hasta su desaparición no se hizo controles ni necesitó pastilla alguna para sobrevivir.

El ingenio de Gilroy, que lo tiene y mucho, permitió unir instancias iniciales de Bourne, el ultimátum, y esta historia paralela del agente Aaron Cross, encarnado por el eficiente Jeremy Renner. Sin mostrar el rostro de Matt Damon, se recurre a un llamado que el periodista londinense, desde la terminal Waterloo, realiza a “alguien”. El personaje está a cargo de Paddy Considine como Simon Cross, que trabaja en The Guardian. Y ese llamado lo hace a una persona del equipo que intenta eliminar a Bourne. Muy hábilmente, se recurre al actor Corey Johnson quien es la mano derecha del equipo que está suprimiento a estos agentes porque los programas son “extra CIA” y hay algo que se salió de cauce. El “Blackbriar”, el “Outcome” y el temible “Treadstone”, entre otros.

El film tiene una impronta similar a las anteriores con Matt Damon: una recorrida rápida por diferentes locaciones, Alaska, Londres, New York, Manila, Virginia, Seúl, dándole notable vértigo. Y aquí nos detenemos: este vértigo, característica de la saga, pierde cierto sentido en la narración en el comienzo. Se menciona a Bourne en forma constante y, por otro lado, está Aaron Cross batallando por sus pastillas y agentes secretos que intentan ayudarlo pero que, en definitiva, quieren eliminarlo cumpliendo las directivas del “bureau” de la “extra CIA”. Es decir, si bien resulta atrapante, también el guión da algunos tumbos que confunden al espectador.

Hasta que ancla en la doctora Marta, a cargo de Rachel Weisz, quien ha quedado viva de milagro luego de una larga secuencia de tiroteos en el laboratorio donde trabaja. Hay saltos en el guión, o elipsis en todo caso, que nos permiten “elucubrar” cómo Aaron Cross llega, tras ser buscado incluso por aeronaves no tripuladas, a ese laboratorio sin ser baleado ni bien puso un pie en el lugar. En fin, licencias del cine.

Luego de este encuentro, el guión se endereza y asistimos al vértigo de la saga, a comprender que hay varios agentes como Bourne (si volvemos a ver el último film con Damon, comprendemos que ese personaje está vivo…) y que no todos tienen su mismas ansias de recuperar la memoria. Al menos, Aaron Cross la mantiene y no le pesa, solo quiere sobrevivir a la persecución. La última hora de la extensa película es a todo o nada, con una magnificencia en la filmación propia de Hollywood, un montaje que nos parece más que difícil pero logrado, y actuaciones verosímiles. Electrizante, nos mantiene con los ojos bien abiertos de principio a fin y llega a buen puerto, ése tan buscado que le permite a Tony Gilroy realizar dos películas más (La traición de Bourne, 2015, y El castigo de Bourne, 2016) con este legado de Bourne que ni el mismo creador literario, Ludlum, imaginó. El cine puede concretar la fantasía más inimaginable para entretenernos.

Elsa Bragato

LA DESPEDIDA

De Juan Manuel D’Emilio. Con Carlos Issa, Natalia Lobo, Héctor Díaz,Fernando Pandolfi, entre otros. Música de Christian Basso. Duración: 87 minutos.

BUENA.

El fútbol y su mundo vuelven a ser tema de un film y, por lo tanto, atractivo en estas latitudes. En este caso, se trata de la despedida del fútbol de un jugador amateur, un goleador cuyos goles están ya muy en el pasado. Nunca fue famoso, y solo jugó en un modesto club. Enfermo ahora y sentado en el banco de suplentes junto a dos entrañables amigos, quiere salir a jugar como titular a manera de despedida. El partido es en Mar de Ajó, Costa Atlántica, y todo el trayecto hasta allí está invadido por las confesiones de “José” (Carlos Issa) y sus amigos “Fede” (Rifle Pandolfi) y “Rossi” (Héctor Díaz), en una pequeña casa rodante. Será el último partido. Los tres llevan sus “mañas” con la intención de sacar a los titulares y ocupar sus puestos. Hay una muy válida conexión entre los viajantes y el paisaje agreste. En este caso, hay encuadres abiertos que engrandece las escenas.

En el caso de la banda sonora, por momentos abusa de la estridencia quitándole el clima necesario. No obstante, la pequeña historia personal está bien planteada por Juan Manuel D’Emilio: el último partido, la despedida de un jugador que ama el fútbol, los compañeros de siempre, y el conflicto familiar: su esposa “Andrea” (Natalia Lobo) quiere tener un hijo pero no sabe por la situación emotiva por la que pasa su esposo.

El film es agradable, emotivo, sensible. Y es un buen paso de D’Emilio. Se pasa un buen momento.

Carlos Pierre